Da la sensación a veces que queda lejos el tiempo en el que el equilibrio entre los macronutrientes de la dieta era una ‘regla de oro’. En aquel momento, en los países desarrollados dábamos por hecho que las grasas debían aportar el 30 o 35% de todas las Kcal de la dieta, los carbohidratos el 50% y las proteínas el 15% siempre teniendo en cuenta que su calidad biológica era óptima.
Pero en los últimos años hay una amplia corriente de opinión que prácticamente desprecia esta norma y se centra más en el análisis ‘con lupa’ de la ingesta de los diferentes tipos de alimentos y de nutrientes (de los ácidos grasos, los carbohidratos, etc.). Al respecto, ya habrán visto la actualidad que tienen en los medios de comunicación las dietas paleolíticas, sin gluten, veganas y otras muchas, casi siempre poniendo todo el peso en la bondad o la maldad del azúcar y/o de las grasas saturadas. Siempre olvidando que hay al menos tres patas en este banco de la correcta nutrición y que las proteínas no son precisamente la menos importante de ellas.
En realidad, y como muestran estudios recientes, el origen de la proteína de nuestra dieta debería valorarse con bastante más detalle. Así, se ha visto que grandes cantidades de proteína, especialmente cuando reemplazan a los hidratos de carbono, (¿han reparado por cierto en la prodigalidad que existe a la hora de recetar o seguir ‘dietas proteinadas’?) se vinculan con mayor ganancia de peso y una mayor mortalidad por todas las causas. Y que esto es más destacado cuando el exceso de proteínas… tiene un origen animal (1). Es decir: no todas las proteínas son iguales.
Reafirma esto el estudio SUN, realizado en Navarra con una población importante, que ya señaló ese vínculo entre la proteína de origen animal (sobre todo, carnes rojas) y el mayor riesgo de padecer diabetes (2). Adicionalmente, del estudio NAHNES se publicó recientemente el dato de cómo la mayor ingesta de proteína, de origen animal de nuevo, se podría vincular con mayores tasas de mortalidad mientras que, si predominase la de origen vegetal, sería a la inversa (3). Esto ya podemos imaginar la trascendencia que tiene, sobre todo si recordamos que el NAHNES supone la valoración y estudio de datos de 131.342 sujetos.
De todos modos, es imposible desligar la ingesta de un principio inmediato, como comentábamos al comienzo, del de otros macro y micronutrientes. Y tampoco es posible cuando nos referimos a un grupo concreto de alimentos, como los que son ricos en proteínas de origen animal, desligar su consumo del resto de alimentos de los que en nuestra cultura suelen acompañarse. Así, cualquiera puede darse cuenta de que la dieta occidental si se caracteriza por algo es por la presencia de alimentos refinados y altamente procesados con elevados contenidos de azúcares, sal, grasa y proteína procedente de las carnes rojas, conjunto que se reconoce como el mayor contribuyente a los trastornos metabólicos y al desarrollo de enfermedades ligadas a la obesidad, incluyendo diabetes, hipertensión y patología cardiovascular. ¿Un ejemplo?. Si usted abusa de carne roja, sin duda estará abusando a la vez de grasa saturada. En el estudio REGARDS (4) se vio como existía una asociación significativa entre la ingesta de grasa saturada de la dieta y la hiperalbuminuria.
Por otro lado, el reemplazo de parte de la proteína animal por proteína vegetal reduce significativamente las muertes (5) por patología coronaria a 15 años (este estudio incluyó una muestra de alrededor de 30.000 mujeres)
Lo cierto es que aún desconocemos muchas cosas referentes al efecto sobre la fisiología humana del conjunto de los integrantes de una dieta. Pero si somos razonables y prudentes, también tendremos que reconocer que la manera de alimentarse en la que predomine la frugalidad calórica, la proteína vegetal sobre la animal y la grasa insaturada sobre la saturada… sin duda se llama dieta mediterránea. Y ahí sí que estamos seguros de no equivocarnos al recomendarla.
Referencias
- Hernández-Alonso P, Salas-Salvadó J, Ruiz-Canela M, Corella D, Estruch R, Fitó M, Arós F, Gómez-Gracia E, Fiol M, Lapetra J, Basora J, Serra-Majem L, Muñoz MÁ, Buil-Cosiales P, Saiz C, Bulló M. High dietary protein intake is associated with an increased body weight and total death risk. Clin Nutr. 2016 Apr;35(2):496-506
- Mari-Sanchis A, Gea A, Basterra-Gortari FJ, Martinez-Gonzalez MA, Beunza JJ, Bes-Rastrollo M (2016) Meat Consumption and Risk of Developing Type 2 Diabetes in the SUN Project: A Highly Educated Middle-Class Population. PLoS ONE 11(7): e0157990.
- Song M, Fung TT, Hu FB, Willett WC, Longo VD, Chan AT, Giovannucci EL.Association of Animal and Plant Protein Intake With All-Cause and Cause-Specific Mortality. JAMA Intern Med. 2016 Oct 1;176(10):1453-1463.
- Lin J, Judd S, Le A, Ard J, Newsome BB, Howard G, Warnock DG, McClellan W. Associations of dietary fat with albuminuria and kidney dysfunction. Reasons for Geographic and Racial differences in Stroke Study. Am J Clin Nutr 92: 897–904, 2010.
- Kelemen LE, Kushi LH, Jacobs DR Jr, Cerhan JR. Associations of dietary protein with disease and mortality in a prospective study of postmenopausal women. Am J Epidemiol 2005; 161:239–249