Síndromes geriátricos más frecuentes
Los síndromes geriátricos son cuadros (conjuntos de signos y síntomas) con múltiples etiologías y de una alta prevalencia en el mayor. A veces son de difícil detección y pasan desapercibidos durante un tiempo, pudiendo entonces incrementar la morbimortalidad.
Enfermedades pueden provocar síndromes geriátricos, pero también síndromes geriátricos pueden desencadenar otros, causando una cascada de mayor dependencia funcional y morbilidad (por ejemplo: infección urinaria causa síndrome confusional que causa caídas. Una infección ha causado un síndrome geriátrico, el síndrome confusional, que incrementa el riesgo de sufrir otro síndrome geriátrico que son las caídas).
En las personas mayores, las enfermedades muchas veces pueden presentarse en forma de síndrome geriátrico, y no con la presentación clásica del adulto. Peculiaridad sintomática: los síntomas en las personas mayores son peculiares y no clásicos.
Esto es así porque en la vejez el cuerpo sufre una serie de cambios progresivos, que hacen que el cuerpo del mayor reaccione de otra manera a la enfermedad y produzca por tanto, otros síntomas. Esos cambios, además, producen una menor reserva funcional y una menor capacidad de respuesta, lo que se conoce como homeostenosis. Es la capacidad muy reducida por adaptarse a los cambios, por lo que cualquier proceso o demanda extrema va a poner al límite al cuerpo y/o mente del mayor (por ejemplo, en una situación de ejercicio muy intenso, si un adulto sano puede alcanzar las 180 pulsaciones por minuto, un mayor conseguirá un ritmo cardiaco menor, no siendo tan buena su adaptación a esa demanda).
Por citar algunos de los cambios más importantes:
Parénquima de los órganos, la tendencia es a perder células funcionales. Algunos ejemplos son:
- Cerebro pierde neuronas, que son sustituidas por células de la glía. Esta alteración disminuye la capacidad para soportar situaciones que puedan comprometer la función cognitiva (por ejemplo por un menor aporte de oxígeno).
- Células cardiacas contráctiles, que mueren y se convierten en tejido fibroso. Se disminuye la capacidad contráctil del miocardio. El sistema de conducción del impulso eléctrico también sufre alteraciones. Esto determina, por ejemplo, bradicardias en muchos ancianos.
- Aparato gastrointestinal, con disminución de la salivación, pérdida de papilas gustativas, que conlleva riesgo de desnutrición. Trastornos de la motilidad, que aumenta el tiempo de vaciamiento, competencia de esfínteres que provocan reflujos, etc.
- Sistema inmune, con menor producción de sustancias pirógenas y menores picos de inmunoglobulinas, con menor respuesta inmune y febril a la infección.
Todos esos cambios, y muchos otros, hacen que la clínica en el mayor responda al siguiente patrón:
- Frustrada o incompleta: no cursa con síntomas característicos (por ejemplo es fácil que una infección no curse con fiebre, debido a la senescencia del sistema inmune).
- Es atípica: hay signos que se van a presentar que en los adultos no se van a dar (en un adulto, por ejemplo, una infección urinaria cursa típicamente con disuria, polaquiuria y tenesmo vesical. En un anciano no sería infrecuente que se presentase en forma de síndrome confusional agudo, que es uno de los síndromes geriátricos).
- Banalizada (si le duele algo lo achaca a la edad, el propio anciano banaliza los síntomas y no los suele contar).
- Silentes: no hay ningún signo ni síntoma, lo único significativo es un síndrome confusional agudo o una incontinencia repentina, por ejemplo. (Una neumonía con apenas tos, ni fiebre, pero sí con un anciano desorientado y confuso).
Todo esto hace que la detección de un proceso mórbido pueda ser difícil, por lo que es importante que la enfermera, que está en la primera línea de observación, pueda prevenirlos e identificarlos precozmente cuando se presentan en forma de síndrome geriátrico.
En el presente curso trataremos algunos de los síndromes geriátricos más frecuentes.