Es un hecho por todos conocido: la edad media de la mujer en su primera gestación ha aumentado progresivamente en España hasta situarse por encima de los 32 años. Y probablemente siga incrementándose en el futuro.
Conforme avanza la edad de la mujer, aparecen y se incrementan los riesgos puramente obstétricos para ella y su descendencia: cromosomopatías, diabetes gestacional, preeclampsia, trombosis, entre otras. Y es que una mujer, conforme cumple años, también añade unas “heridas de guerra” que pueden complicar aún más el pronóstico de la gestación: sobrepeso, miomas, trastornos endocrinos y autoinmunes, hipertensión, etc. Por lo que, tanto los profesionales sanitarios como la población general, deben tener presente que la edad en la gestación es un factor de riesgo de primer orden que va a ocasionar unos gastos sociosanitarios elevadísimos.
Hay múltiples factores que están obligando a la mujer a diferir su maternidad: su incorporación plena al mercado laboral y a los estudios superiores, la precariedad salarial, los horarios laborales excesivos, la siempre utópica conciliación, la nueva cultura del ocio y la calidad de vida, entre otros. Estos factores además hacen que el número de hijos por pareja haya disminuido a 1,32, cifra que no garantiza el relevo generacional. Por desgracia, son factores cuya solución no está al alcance de nosotros los médicos, por lo que nos toca lidiar lo mejor que podamos con estas gestantes de alto riesgo e intentar conseguir los mejores resultados en términos de salud para ellas y sus descendientes.
Las españolas, llamémoslo “reloj biológico” o no, suelen tener un ataque de inquietud a partir de los 38 años, pues saben que a partir de los 40 años su fertilidad natural va a caer en picado y aparece en el horizonte la posibilidad de recurrir a las temidas técnicas de reproducción asistida, y para colmo, puede que el óvulo tenga que ser de una donante, lo que psicológicamente no siempre es fácil de aceptar. Este temor hace que muchas mujeres se lancen a la aventura de la maternidad en las inmediaciones de los 40 años, aunque su situación personal no sea la idónea.
Desde hace poco tiempo se está ofreciendo a la mujer la posibilidad de preservar sus óvulos a una edad razonable para poder usarlos más adelante cuando la situación personal sea propicia. Esta opción permite por un lado el ofrecerles la seguridad de que, ocurra cuando ocurra el embarazo, la carga genética del embrión va a ser suya, lo que les reduce mucho un motivo de ansiedad sobre su futura maternidad. Pero por otro lado, va seguramente a aumentar la edad a la que estas mujeres se planteen la maternidad, por lo que vamos a tener un incremento aún mayor en el porcentaje de gestantes mayores de 45 años de aquí a unos años, por lo que tendremos que enfrentarnos al reto de atender a unas pacientes obstétricas de un riesgo cada vez más elevado.
Afortunadamente, los compañeros de reproducción asistida están haciendo verdaderos esfuerzos para reducir la tasa de gemelaridad, por lo que este factor que multiplica el riesgo del embarazo, y más a ciertas edades, dejará de ser un problema añadido que complique aún más la asistencia a estas mujeres.